¿Te has dado cuenta de cuántas voces resuenan hoy en día? Grupos consistentes que se levantan a una sola voz para defender una causa determinada. Por ejemplo, la voz que aprueba el aborto, o aquella que defiende la vida de los no nacidos.
También escuchamos la voz que insta a hacer lo que se te dé la gana, o esa voz que enseña sobre la importancia de no traspasar los límites. Y, por qué no mencionar, esas nuevas y diversas ideologías que toman forma de una voz e intentan imponer sus propios parámetros, o, de igual manera, esas voces que en la actualidad podrían ser consideradas arcaicas por defender posturas más tradicionales.
Ahora bien, ante tantas voces, nosotros los cristianos, tenemos una gran responsabilidad, y es esta, “ser una voz”.
Con tantas voces confundiendo a las personas, ¿cómo podemos ser una voz clara y relevante? La respuesta se encuentra en la Palabra de Dios. Ahí encontramos el ejemplo de Juan el Bautista, un hombre cuya vida nos enseña cómo ser una voz fuerte en medio de este mundo.
Juan el Bautista era la voz que llamaba al arrepentimiento y anunciaba la llegada del Mesías. Él prepararía el camino para la llegada de Jesús.
A través de su vida, podemos identificar tres aspectos esenciales para ser una voz en nuestro tiempo:
Ser “llenos del Espíritu de Dios”, “apartados del mundo” y estar “dispuestos a pagar el precio”.
La Biblia nos dice que Juan nació de Elizabet, una mujer estéril, lo cual ya indicaba que este niño tenía un propósito especial. Además, las escrituras afirman que él estaría lleno del Espíritu Santo desde el vientre de su madre (Lucas 1:5-17).
Ahora bien, ser llenos del Espíritu implica estar inmersos en la Palabra de Dios y mantener una relación genuina con Él. Esto no sucede de un día para otro, es más, requiere de disciplina, tiempos de oración, ayuno y lectura de la Palabra de Dios. Aunque al principio pueda parecer difícil, cuando logras entender que la Palabra tiene vida en sí misma, se convierte en un verdadero deleite.
Este es el primer paso para ser una voz, dejar que el Espíritu de Dios nos llene y transforme.
Un ejemplo práctico. Piensa por un momento en tus conversaciones diarias. ¿Estás lleno de la Palabra de Dios? ¿Tus palabras reflejan a Cristo cuando hablas con tus amigos, colegas o familiares? Ser una voz comienza en lo cotidiano, en cómo reaccionas ante una injusticia en el trabajo, en cómo consuelas a un amigo en necesidad, o en cómo decides no participar en conversaciones que denigran a otros.
Juan eligió vivir apartado. A pesar de pertenecer a un linaje sacerdotal, con todos sus privilegios, eligió una vida de austeridad, vestía piel de camello y se alimentaba de langostas y miel silvestre (Mateo 3:1-6). Este estilo de vida nos enseña lo importante que es estar apartados para Dios.
Vivir apartado, no necesariamente, significa alejarnos físicamente de la sociedad o del entorno en el que vivimos, sino vivir con la convicción de que ahora somos de Dios, le pertenecemos a Él. Nuestra conducta, decisiones y relaciones con los demás deben reflejar que pertenecemos a Cristo. Si nos alimentamos de lo que el mundo ofrece, sea inmoralidad, odio o violencia, no podremos reflejar pureza, amor ni verdad.
Ser una voz implica apartarse de los valores y costumbres del mundo para vivir según los principios de Dios.
Un ejemplo práctico. Quizás estás en la universidad o el trabajo, donde las normas morales son más flexibles. Vestirse de Cristo significa resistir la presión de participar en conductas que van en contra de tu fe. Puede que te encuentres en situaciones donde todos ven como “normal” la mentira o la inmoralidad. En esos momentos, ser una voz es mostrar integridad, aunque sea incómodo o eso te cueste la aprobación de los demás.
La muerte de Juan el Bautista fue trágica. Después de denunciar el pecado de Herodes, Juan fue encarcelado y poco después, fue decapitado (Mateo 14:10).
Estar dispuestos a pagar el precio significa estar listos para sufrir o incluso morir por lo que creemos. Cuando comprendemos que esta vida es temporal y que nuestro propósito es eterno, el sufrimiento adquiere un nuevo significado. Morir por la causa de Dios no es en vano; es ganancia.
Un ejemplo práctico. Tal vez no te enfrentes a una persecución literal como Juan el Bautista, pero el precio de ser una voz hoy puede significar perder amistades, enfrentar rechazo o ser ridiculizado por tus creencias. Puede que te pidan que comprometas tus valores para avanzar en tu carrera, pero estar dispuesto a pagar el precio es decir “no” a cualquier cosa que te aleje de tu propósito en Cristo.
Ser una voz en medio del caos de este mundo no es fácil. Sin embargo, cuando comprendemos la profundidad de lo que significa ser una voz en nuestra familia, trabajo o comunidad, nos damos cuenta de que estamos invirtiendo en algo eterno. El dinero y los bienes materiales son perecederos, pero el impacto de ser una voz que proclame a Jesús tiene repercusiones más allá de esta vida.
Hoy te invito a reflexionar, ¿estás dispuesto a ser una voz? No será fácil, pero es la tarea más hermosa que podemos asumir. Ser una voz que proclame a Jesús, que prepare a otros para encontrarse con Él, es una aventura llena de propósito eterno. Seamos esa voz que llama al arrepentimiento, que anuncia el Reino de Dios y que despierta pasión por seguir al Señor.
Dios ha hablado, ahora nos toca a nosotros ser su voz.
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